jueves, 24 de septiembre de 2015

Velocidad y visión: energética de la óptica en Paul Virilio



La máquina de visión (Ed. Cátedra, 1998) es un interesante libro más bien breve en el que Paul Virilio desarrolla una filosofía basada en buena medida en nociones ópticas. Aquí voy a hacer referencia a la exposición que lleva a cabo Virilio en el último capítulo (págs.77-98), que lleva el mismo título que el libro; lo que me interesa presentar es la concepción del autor, en consonancia con una óptica relativista implícita en la física contemporánea, en lo concerniente a una energética de la óptica.

Si bajo el título de La máquina de visión Virilio ha desarrollado en el libro sus concepciones sobre lo que la videoinfografía ha afectado y afecta al presente y porvenir perceptivo de los humanos, así como temas afines de interés, comienza el último capítulo poniendo el acento en el relativismo concerniente a lo factual en el que ha desembocado el pensamiento actual:

«Progresivamente rechazadas en el dominio del idealismo o del
subjetivismo, es decir, lo irracional, las imágenes mentales han
escapado, como hemos visto, durante mucho tiempo a la considera­ción
científica, y eso, en el preciso momento en que el vuelo de la
fotografía  y  de  la  cinematografía  llevaba  a  una  proliferación  sin
precedentes  de  nuevas  imágenes  que  entran  en  concurrencia  con
nuestra imaginería habitual. Es preciso esperar a la década de los 60
y a los trabajos sobre la opto-electrónica y la infografía, para que se
produzca  un  interés,  y  de  manera distinta,  por la psicología de  la
percepción  visual,  especialmente  en  Estados  Unidos.
En  Francia,  los  trabajos  sobre  neurofisiología  han  llegado  al
punto de modificar el estatuto de la  imaginería mental, y por ello
J.-P. Changeux habla, en una obra reciente, no ya de imágenes, sino
de objetos mentales, precisando incluso que ya no tardaremos en verlos
aparecer en la pantalla. En dos siglos, el debate filosófico y científi­co
también  se  ha  desplazado  de  la  cuestión  de  la  objetividad de  las
imágenes mentales, a la cuestión de su actualidad. El problema ya no
es, pues, el de las imágenes mentales de la conciencia, sino más bien
el de las imágenes virtuales instrumentales de la ciencia y su carác­ter
 paradógicamente  factual.» (MV, p.78)

Y concluye (op.cit., p.79):

 «A mi entender, ése es uno de los aspectos más importantes del
desarrollo de las nuevas técnicas de la imaginería numérica y de esa
visión  sintética  que  permite  la  óptica  electrónica:  la  fusión/
confusión relativista de lo factual (o si se prefiere de lo operacional)
y de lo virtual; la preeminencia del «efecto de real» sobre el princi­pio
de realidad ya ampliamente contestado por otra parte, en espe­cial  en  física.»

Tras introducirnos en este relativismo Virilio expondrá en las siguientes páginas su energética óptica, en referencia a la física a la que ya se ha referido al destacar el relativismo en lo precedente, comenzando por la noción esencial de energía cinemática:

«Si los físicos distinguen habitualmente dos aspectos de la ener­gética:
la energía potencial, en potencia, y la energía cinética, la que
provoca el movimiento, puede que convenga, hoy, añadir una ter­cera:
 la  energía cinemática, la que resulta del efecto del movimiento y
de su mayor o menor rapidez, sobre las percepciones oculares, ópti­ca
y  opto-electrónicas.» (Op.cit., p.80)

La noción también es propuesta más adelante (Op.cit., p.94-95):

«¿Velocidad de la luz o luz de la velocidad? — la cuestión perma­nece
inalterable, a pesar de la posibilidad ya evocada de una tercera
forma  de  energía:  la  energía  cinemática,  energía-en-imágenes, fusión
de la óptica ondulatoria y de la cinemática relativista, que ocuparía
un lugar al lado de las dos formas oficialmente reconocidas, la ener­gía
potencial (en potencia) y la energía cinética (en acto), por lo que
la energía «en imágenes» ilumina el sentido de un término científi­co
controvertido,  el  de  la  energía  observada.»


Respecto a una caracterización relativista de lo visual el autor realiza la siguiente descripción en lo concerniente a la mirada y a la concepción de lo espacial (Op.cit., p.80):

«Recordemos por otra parte que nunca hay «vista fija» y que la
fisiología de la mirada depende de los movimientos de los ojos, a la
vez  movimientos  incesantes  e  inconscientes  (motilidad)  y  movi­mientos
constantes  y  conscientes  (movilidad).  Recordemos  tam­bién
que  la ojeada  más  instintiva,  menos controlada,  es  ante todo
una especie de giro del propietario, un barrido completo del campo
de visión  que  se consuma por la elección del  objeto de  la mirada.
Tal y como había comprendido Rudolf Arnheim, la visión vie­ne
de lejos, es una especie de travelling, una actividad perceptual que
se inicia en el pasado para iluminar el presente, para  poner a punto al
objeto  de  nuestra  percepción  inmediata.
El espacio de la mirada no es, pues, un espacio newtoniano, un
espacio absoluto, sino un espacio minskovskiano, un espacio relati­vo.
Sólo hay, pues, la oscura claridad de las estrellas que viene del
lejano pasado de la noche de los tiempos, la débil claridad, y es ella
la que nos permite aprehender lo real, ver, comprender nuestro en­torno
actual, ya que ella misma proviene de una lejana memoria vi­sual
sin  la  cual  no  hay  acto  de  mirada.»



*


«La frecuencia tiempo de la luz se ha convertido en un factor deter­minante
de la percepción de los fenómenos, en detrimento de la  fre­cuencia espacio 
de la materia.» (Op.cit., p.92)

Es en este momento que Paul Virilio introduce la noción de velocidad en su teoría de la visibilidad, para a continuación enmarcarla conforme a un concepto contemporáneo-relativista de duración que, como veremos, determinará un nuevo enfoque de la dicotomía actual-virtual:

 «Para  captar  bien  esta  transmutación  del  campo  de  acción,  es
preciso volver una vez más sobre el principio de iluminación relati­vista.
Si las categorías del espacio y el tiempo se han vuelto relativas
(críticas), es porque el carácter absoluto se ha desplazado de la ma­teria
a  la  luz,  y sobre todo  a su velocidad  límite.  Así,  lo que  sirve
para ver,  para  oír, para medir y, por tanto, para concebir la reali­dad,
es menos la luz que su celeridad.  De ahí que la velocidad sirva
menos  para  desplazarse  que  para ver,  para  concebir con  mayor o
menor  claridad.»  (Ibid.)


Sobre lo real y lo figurado, y sobre lo virtual y lo actual, comienza exponiendo Virilio:

 «El desplazamiento del centro de interés de la cosa a su imagen y,
sobre todo,  del espacio al  tiempo y  al  instante,  ¿lleva  a
sustituir la alternativa categórica real o figurada, por la más relati­vista:
actual o virtual?
A menos... a menos que asistamos a la emergencia de un mixto,
fusión/confusión  de  los  dos  términos,  acontecimiento  paradójico
de una realidad unisexuada, más allá del bien y del mal, que esta vez
se aplica a las categorías que se han hecho críticas del espacio y del
tiempo, de sus dimensiones relativas, tal y como lo sugieren ya nu­merosos
descubrimientos  en  los  dominios  de  la  no  separabilidad
cuántica  y de  la  supraconductividad.» (Op.cit., p.91)


Es «en  el  instante  infinitesimal  donde  virtual  y  actual  se  confunden
para  el  detector  u  observador  humano» (Op.cit., p.92). La duración se describe
en el marco de un tiempo microscópico, de una eternidad intensiva:


«Al tiempo «extensivo», que intentaba profundizar el carácter de
lo infinitamente grande del tiempo, sucede hoy un tiempo «intensi­vo»
que  profundiza  lo  infinitamente  pequeño  de  la  duración,  un
tiempo  microscópico,  última  figura  de  una  eternidad  recuperada
más allá de lo imaginario de la eternidad extensiva de los siglos
pa­sados.
Eternidad intensiva, donde la instantaneidad que posibilitan las
últimas tecnologías contendrá el equivalente de lo que contiene lo
infinitamente pequeño del  espacio de la materia.»  (Op.cit., p.93)


Átomo temporal: percepción desplegada en velocidad. Sobre ello dirá Virilio lo siguiente:

«Centro del  tiempo,  átomo  temporal  situado  en  cada  instante  presente,
punto  de percepción infinitesimal donde la extensión y duración se
conciben de  modo  diferente,  esta  diferencia relativista reconstituye
una  nueva  generación de lo real, una realidad degenerada donde la
velocidad  se impone sobre el tiempo, sobre el espacio, como la luz se
impone ya  sobre  la  materia  o  la energía  sobre  lo  inanimado.
En  efecto,  si  todo  lo  que  aparece  a  la  luz aparece a su velocidad,
constante universal, si la velocidad ya no sirve, como se creía hasta
entonces, en el desplazamiento, el transporte, si la velocidad sirve
ante todo  para ver, para concebir la realidad de los hechos, es absolu­tamente
preciso «sacar a la luz» la duración y la extensión; todas las
duraciones, de las mas ínfimas a las más desmesuradas, contribuyen
entonces a revelar la intimidad de la imagen y de su objeto, del espa­cio
y de las representaciones del tiempo, como propone actualmen­te la física al
triplicar la noción hasta entonces binaria del  intervalo:
intervalo  del  tipo  «espacio»  (signo  negativo),  intervalo  del  tipo
«tiempo» (signo positivo), son los conocidos; lo que es nuevo es el
intervalo del tipo «luz» (signo neutro). La pantalla de televisión directa
o el  monitor  infográfico  ilustran perfectamente ese tercer tipo de
intervalo.» (Ibid.)


La velocidad sirve para ver.



*


Virilio pasa a expresar la necesidad de una revisión del concepto de virtualidad, en referencia a un principio de realidad que ha sufrido evidentes transformaciones insoslayables en la época actual:

«En efecto, ante esta última automación [«la aparición de numerosas
prótesis de la percepción asistida por ordenador»], las categorías habitua­les
de la realidad energética no bastan:  si el tiempo real se impone
sobre el espacio real, si la imagen se impone sobre el objeto, es decir,
el estar presente, si lo virtual se impone sobre lo actual, es preciso
tratar de analizar las recaídas de esta lógica del tiempo «intensivo»
sobre  las  distintas  representaciones  físicas.  Allí  donde  la  era  del
tiempo «extensivo» justificaba aún una lógica dialéctica distinguiendo
claramente lo potencial de lo actual, la era del tiempo intensivo exige una
mejor resolución del principio de realidad donde la noción de vir­tualidad
sería  revisada  y  corregida  en  sí  misma.» (Op.cit., p.95)


Si el principio de realidad ha sido redefinido en nuestra época en buena medida se debe a la aportación de la física relativista asociada a una óptica ondulatoria. Dice Virilio:

«Hace ya algún tiempo, la revista Raison présente preguntaba: «¿La
física  contemporánea  anula  lo  real?»  ¿Anularlo?  ¡Seguro  que  no!
Resolverlo, sin duda, pero en el sentido en que se habla hoy de una
mejor  «resolución  de  imagen».  En  efecto,  después  de  Einstein,
Niels Bohr y algunos otros,  ¡la resolución temporal y espacial de lo
real  está  en  curso  de  realización  acelerada!
Recordemos aquí que no habría habido relatividad sin la óptica
relativista  (la  óptica  ondulatoria)  del  observador,  lo  que  por otra
parte llevará a Einstein a considerar la posibilidad de titular su teo­ría:
teoría del punto de vista; ese «punto de vista» que se confunde nece­sariamente
con la fusión relativista de la óptica y de la cinemática,
otra  denominación  de esa «energía del  tercer tipo»  que  propongo
añadir  a  las  otras  dos.» (Op.cit., p.96)

Ahondando en esta necesidad de reconceptualización, con el objeto de adquirir herramientas para el tratamiento de lo real, daremos término a esta presentación de la exposición realizada por Paul Virilio con un fragmento especialmente explicativo y concluyente (Ibid.):

 «Así, si la velocidad-límite de la luz es el absoluto que sucede
a los del tiempo y el espacio newtonianos relativizados,  el trayecto se
adelanta al objeto. ¿Cómo, a partir de esto, situar lo «real» o lo «figura­do»
sino por medio de un «espaciamiento» que se confunde con una
«clarificación»?  Por  lo  que  la  separación  espacio-temporal  no  es,
para el observador atento, más que una figura particular de la luz, o
con  mayor  precisión:  de  la  luz de  la  velocidad.
En efecto, si la velocidad ya no es un fenómeno, sino más bien
la relación entre fenómenos (la propia relatividad),  la cuestión evocada
de  la  distancia  de  observación  de  los  fenómenos  se  resume  en  la
cuestión de la potencia de percepción (mental o instrumental).  De
ahí la urgencia en estimar las señales luminosas de la realidad per­ceptiva
como  intensidad,  es  decir,  como  «velocidad»,  más  que
como «luz y sombras», como «reflejo» y otras denominaciones ya ca­ducas.»




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domingo, 6 de septiembre de 2015

Prospecciones ópticas, 5. Visión del exilio

Nervaduras en choque transformadas en danza, evanescentes gestos virtuales, lógica de las sombras. Difuminación. Ángeles apersonales vuelan como diminutos cohetes. Tú orbitas.
Nervios de la realidad dislocados, negados a tajos. Cortocircuito: salto a la conciencia de la cuerda floja. Germina la cuerda, despega: grandes distorsiones, acrobacias. Al otro lado del espejo te persigues: inmóvil. Te haces muecas: te transgredes. La realidad ha sido abolida en una proliferación metamórfica. Focalizas el cambio. Persistes en el cambio: sobrio, pues niegas seriamente toda realidad. Con una carcajada imposible me niegas, te niegas. Volamos más allá del negro hacia los destellos infinitos. La cámara yace, inútil: nos conocen en otro planeta, lejos, allá donde todo ha quedado atrás. Tú me gritas sin voz que he perdido la piel y que ves a través de mi cuerpo. Entonces chocamos contra un ojo que nos ve desnudos. Queremos venderle el alma, pero el alma ha desaparecido. También el ojo. Volvemos sobre nuestros pasos a las sombras difusas, a la claridad del día: nos hacemos muecas, en calma.